Aventuras de la imaginación: Presentación de «El invernadero», de Hernán Castellano Girón. Por Jaime Pinos
Suceden cosas raras en esta novela. Una tras otra. Por poner sólo algunos ejemplos: un viaje ferroviario cambia intempestivamente de destino al transformarse el tren en un avión. O más precisamente, como se narra en una escena: es el mismo vagón del tren el que vuela, mediante dos enormes alas de murciélago que le han crecido de repente. Acá los aviones pueden caer de un momento a otro en plena vía pública e incendiarse sin inmutar la rutina de los transeúntes. Los muertos reviven con total naturalidad. Los vivos envejecen y rejuvenecen sin sorprenderse por ello. Acá los punteros del reloj avanzan y retroceden. Todos los lugares pueden comunicarse entre sí a pesar de la distancia física. Pasan cosas raras al interior de este invernadero. Escenas dominadas por lo imprevisible o lo improbable. Acontecimientos fuera de toda lógica causal.
A Lewis Carroll, reza una de las dedicatorias de esta novela. A propósito de esta referencia, estas palabras de Borges: La obra de Carroll no es menos deleitable y hospitalaria que Las mil y una noches, y es asimismo una trama de paradojas de orden lógico y metafísico (…) A primera vista o en el recuerdo, las aventuras parecen arbitrarias y casi irresponsables: luego comprobamos que encierran el secreto rigor del ajedrez y de la baraja, que asimismo son aventuras de la imaginación. Me parece evidente que la dedicatoria a Carroll encierra también una filiación. La de esta novela con esas narraciones que buscan subvertir la convención que llamamos realidad. Con los libros que, más que contar la historia de unos determinados personajes, buscan instalar al lector en el lugar de la contradicción y la paradoja.
El invernadero no es propiamente una novela, o no lo es en el sentido convencional. Más bien es un dispositivo narrativo que funciona mediante la proliferación de las historias y los personajes. No hay un único hilo conductor, sino un conjunto de líneas y relatos, algunas veces muy breves, que se van cruzando y montado entre sí. Relatos que surgen unos de otros, como cajas chinas. Su lógica de construcción es esa. Fragmentos que van dibujando una constelación. Parecen pertinentes aquí las palabras de Juan Emar, referencia central en la obra de Castellano Girón, en Umbral: Tendré que hacer un verdadero esfuerzo para mantenerme ahora sobre una misma línea, una línea recta en lo posible, recta cuanto se pueda a lo largo de este relato. Verdadero esfuerzo para no escaparme a derecha o izquierda. Porque la esencia misma del relato es la escapada permanente hacia todos lados. Leer este libro implica participar de esa escapada. Abandonar la pasividad y lanzarse como lector a esa fuga en todas direcciones.
¿Para qué personajes? Personajes ya no pueden existir, no existen en ninguna
parte. No puede haber personajes donde no hay personas. Describamos residuos, ecos, sin tratar de filiarlos como lo hace el científico o el ecólogo. Hay consecuencias, pero no hay causas, se dice en la novela. No contar historias. Describir residuos, ecos. Una reafirmación de esa tentativa por subvertir radicalmente las convenciones literarias que ha caracterizado la narrativa de Castellano Girón.
Una estética asociada al surrealismo en versión criolla o al realismo mágico, no en el sentido de García Márquez sino en el de Juan Emar, tal como precisó respecto a su trabajo el propio autor alguna vez. Una poética del absurdo o del non sense. O
mejor, de la indagación profunda de otras posibilidades de lo real. Todos rasgos permanentes en la obra narrativa de Castellano Girón que aparecen también en este libro. Una obra que se ha desarrollado en la órbita amplia de escritores tan diversos como Macedonio Fernández o Boris Vian, entre otros.
Un último apunte respecto a las circunstancias de publicación de este libro. Según se ha consignado, El invernadero es parte de un ciclo narrativo de cuatro novelas escritas en los años sesenta. Esto es, la novela aparece varias décadas después de su creación. Desde luego, me parece efectivo el relativo silenciamiento de que ha hablado el autor respecto a una obra bastante singular en el concierto de nuestra narrativa contemporánea. Sin embargo, me parece también que esa situación se ha ido revirtiendo en los últimos años a partir del interés de nuevos lectores y editores por su trabajo.
A este respecto, no es casual que sus últimos libros hayan sido publicados por editoriales independientes. Las únicas realmente preocupadas de rescatar y reponer en circulación literaturas no comerciales pero de enorme valor y autores imprescindibles como Hernán Castellano Girón.
Celebro esta publicación como otro aporte a una lectura más extendida de su trabajo. A un mayor conocimiento de estos libros escritos por un aventurero para ser leídos por otros aventureros. Un aventurero es quien hace que las aventuras sucedan, decía Guy Debord. Eso hace Castellano Girón. Escribir libros como este. Libros que son, como el ajedrez o la baraja, aventuras de la imaginación.